viernes, 24 de agosto de 2012

LA RUTA DE LA SEDA

La Ruta de la seda era una red de rutas comerciales entre Asia y Europa que se extendía desde Chang'an (actualmente Xi'an) en China, Antioquía en Siria y Constantinopla (actualmente Estambul, Turquía) a las puertas de Europa y que llegaba hasta los reinos hispánicos en el siglo XV. El término "ruta de la seda" fue creado por el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, quien lo introdujo en su obra Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de la seda,1 en 1877. Debe su nombre a la mercancía más prestigiosa que circulaba en ella, la seda, cuya elaboración era un secreto que sólo los chinos conocían. Los romanos se convirtieron en grandes aficionados de este tejido, tras conocerlo antes del comienzo de nuestra era a través de los partos, quienes estaban al tanto de su comercio. Muchos productos transitaban estas rutas: piedras y metales preciosos, telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, vidrio, materiales manufacturados, coral, etc Trece años después, habiendo sido hostigado durante diez años por los hunos, el General Zhang Qian regresa a la Corte Imperial Han con sólo un miembro de la partida. Aunque no había logrado establecer ni una sola de las alianzas militares de su misión, el general Zhang informó a la corte de la existencia de treinta y seis reinos, verdaderas potencias comerciales, en las fronteras occidentales de China. En realidad, cuando el emperador Wu Di estaba cautivo consiguió mucha información de las tribus de Asia Central y países como Nag-Si (Persia), Tiaozhi (Caldea) y Li- Qian (el Imperio romano). En el 126 a. C., volvió a la capital china Chang'an y en el 119 lanzó una ofensiva contra los hunos y se establecieron contactos entre la dinastía Han y los países de la región. Así, el general Zhang contó de los magníficos caballos de las llanuras del Valle de Ferghana en Asia Central (hoy Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán), mucho más fuertes y veloces que los caballos chinos, con los que la caballería del Imperio Han podría enfrentarse a los hunos en mejores condiciones. Posteriormente, las misiones diplomáticas y comerciales con los reinos del Valle de Ferghana no pudieron garantizar la seguridad ni afianzar el comercio, por lo que China preparó una invasión a gran escala, aunque fue en la segunda embestida en el año 102 a. C. que China logró conquistar todas las tierras entre sus propias fronteras y los Reinos del Valle de Ferghana. Así, los chinos no sólo consiguieron asegurarse la importación de los famosos caballos de las estepas, sino que establecieron sus propios productos en los mercados de estos reinos. Además, Zhang Qian obtuvo información sobre Roma y se encontraron en algunos relatos, como la "historia de los Han" de Hou Hanshu, los de Sima Qian y Ban Gu y documentos enviados al emperador Wu Di. Cincuenta años más tarde, cuando Marco Licinio Craso cruzó el Éufrates para conquistar Parthia en el año 53 a. C., se asombró al ver un brillante, suave y maravilloso nuevo tejido. El emperador Wu Di envió una delegación al rey Mitrídates II en el 110 a. C. y fue entonces cuando se inició la Ruta de la Seda. Unas décadas más tarde, las más acaudaladas familias de Roma estaban maravilladas de vestirse con el más preciado tejido: la seda.

LOS FENICIOS

Pueblo comercial por antonomasia, los fenicios dieron a la civilización occidental algunos de sus elementos más característicos, entre ellos el alfabeto El primer pueblo que hizo del Mediterráneo un espacio común de civilización, un «Mare nostrum», fue el de los fenicios. Sus raíces se hallaban en un estrecho territorio que se corresponde con el actual Líbano. Allí surgieron, aproximadamente a partir del siglo XII a.C., una serie de ciudades comerciales que se hicieron célebres en la Antigüedad por su opulencia y su poder. Biblos, Tiro y Sidón son las más recordadas, aunque también cabe citar Ruad y Amrit. Tan sólo la presión política y militar de los asirios, en el siglo VI a.C., pudo frenar la expansión de aquellas repúblicas urbanas, probable modelo de la polis griega y foco, además, de una expansión que alcanzó a todo el Mediterráneo. Los fenicios destacaron ante todo por su espíritu comercial. El mismo término «fenicio» alude a ello, pues fue así como los llamaron los griegos en referencia al color púrpura (en griego, phoinix) utilizado como tinte de sus tejidos, y que durante la época de esplendor fenicia fue un símbolo de riqueza y distinción. Los fenicios surcaron con sus navíos todo el Mediterráneo en busca de metales (oro, hierro, estaño…) y ofreciendo múltiples productos de su país, entre ellos los célebres «cedros del Líbano». Establecieron una cadena de colonias en ambas riberas del Mediterráneo, de las que la más occidental fue Gadir, la actual Cádiz. Se aventuraron incluso por el océano Atlántico, hasta alcanzar las costas de las islas británicas o bien, como afirma Heródoto, realizando la primera circunvalación del continente africano. Además del comercio y la navegación, la otra gran aportación de los fenicios a la civilización fue el alfabeto. No puede decirse que lo inventaran, ya que el alfabeto fonético se derivó de la escritura cuneiforme mesopotámica tiempo atrás. Pero sí fueron ellos quienes hallaron la versión que finalmente triunfaría en el mundo occidental a través del alfabeto griego, copiado del fenicio.

jueves, 23 de agosto de 2012

Evolución del Perú en el Comercio Internacional

En un país como el Perú, con diversidad geográfica, hídrica, y biológica, que constituye una de sus principales riquezas, que posee 84 de las 104 zonas de vida existentes en el planeta; más el guano de las islas, el salitre, el oro, plata y otros recursos naturales importantes, determinaron que muchos europeos, entre ellos Croatas del Adriático, se animaran a emigrar libremente al Perú. Fue el Guano de las Islas, redescubierto por el francés Héctor Becque, en 1,790, la fuente de riqueza que solucionó casi todo el problema económico peruano. Becque, abrió su oficina en la Noria, en 1,930, siguiéndole el empresario Alejandro Gildemeister y otros, iniciándose así la explotación en gran escala de esta riqueza que se encontraba muy cerca a las islas desiertas de la costa sur del Perú. El guano como abono era conocido por los Incas, y los agricultores de los valles costeños lo usaban como fertilizante.